Cuando las ciudades se detienen
Por Angel Preciado Domínguez
El día del ciudadano promedio comienza con el despertar, la rutina de aseo, el trabajo, la interacción social, un breve descanso y el ciclo se repite. Esta rutina puede prolongarse desde meses, en caso de no contar con vacaciones, hasta años. Como ciudadanos, nos adaptamos a una monotonía (presente en la gran mayoría de las sociedades) en la que las ciudades son el lienzo que nos ayuda y orienta para automatizar nuestra movilidad. Pero, ¿qué sucede cuando nuestras ciudades se detienen?
Las calles, si tuvieran consciencia, podrían contar incontables historias. Con solo un año, podrían llenarse de relatos sobre los diversos acontecimientos que han presenciado en sus alrededores. Después de tanto tiempo inmersos en una rutina (hogar-trabajo-hogar), hemos establecido nuestra propia ruta. Esta ruta puede tener poco tráfico, ofrecer una agradable vista urbana o simplemente ser la más rápida para llegar a nuestro destino.
Sin embargo, si ocurre algún contratiempo en esta ruta, el cual interrumpe nuestra rutina cuidadosamente planificada, es casi seguro que nuestro día no comenzará de la mejor manera. Se desencadena un efecto dominó de acontecimientos que afectan nuestra jornada, lo que nos obliga a buscar alternativas. Como seres humanos, poseemos la virtud de la supervivencia y la adaptación.
Si esta es nuestra perspectiva ante un acontecimiento inesperado, imaginemos ahora la perspectiva de nuestro lugar de trabajo. Dependiendo de diversos factores (puesto, obligaciones, disponibilidad de equipo, actividades), se desencadena un efecto dominó que puede afectar el rendimiento y progreso del espacio laboral, llegando incluso a paralizar o modificar actividades.
Imaginemos que esto sucede en el contexto de un ciudadano, situaciones comunes, pero, ¿qué ocurre cuando un gran número de personas con diferentes estilos de vida y actividades se ven afectadas por la interrupción de sus actividades diarias? Puede tratarse de un accidente, cambios climáticos o, como en el caso más reciente, una pandemia.
Aprendemos a adaptarnos. La comunicación remota es una herramienta que agiliza la notificación de eventualidades y permite a las partes involucradas buscar alternativas. Sin embargo, es raro que un cambio en nuestra vida cotidiana no tenga repercusiones, ya sea positivas o negativas, y que simplemente lo veamos como otro día más en nuestra rutina.
Las ciudades, en algún momento, necesitan detenerse para recibir mantenimiento o ser restauradas. Por ello, siempre debemos tener presente que nuestros tiempos pueden cambiar en cualquier momento.
Autor:
Angel Preciado Domínguez
Arquitecto, entusiasta del urbanismo y el ordenamiento territorial. Cofundador del despacho de urbanismo y arquitectura UrbanDot.mx