El mito de la casa embrujada: la memoria oscura de la ciudad
Por Angel Preciado Domínguez
Cada ciudad guarda sus historias, esas que se cuentan en voz baja, entre rumores, supersticiones y recuerdos difusos. Son relatos que no siempre aparecen en los planes de desarrollo urbano, pero que forman parte esencial de la identidad de nuestras calles y edificios. Son las llamadas “casas embrujadas”, lugares donde el tiempo parece haberse detenido, y donde la arquitectura se mezcla con la memoria colectiva.
Más allá del miedo o la ficción, estos espacios son el reflejo de cómo habitamos la ciudad y de cómo la memoria se incrusta en los muros. Las casas abandonadas, los hospitales clausurados, los teatros antiguos o los hoteles con fama de “tener historia” no son solo escenarios de leyendas, sino también testigos del paso del tiempo, de las transformaciones urbanas y de los cambios sociales que reconfiguran la ciudad.
En muchas ciudades mexicanas, los sitios con fama de embrujados se convierten en referentes culturales y turísticos: la Casa de los Tubos en Monterrey, el Panteón de Belén en Guadalajara o la Casa de la Zacatecana en Querétaro, por mencionar algunos. En todos los casos, el mito arquitectónico trasciende el miedo. Nos recuerda que la ciudad también se construye a partir de historias, emociones y símbolos que no pueden medirse con planos o reglamentos.
Estas edificaciones, aunque muchas veces olvidadas o deterioradas, nos invitan a reflexionar sobre el valor del patrimonio intangible. La arquitectura no solo se conserva por su forma o materialidad, sino también por lo que representa para quienes la observan. Y en ese sentido, la “casa embrujada” es parte de un archivo emocional urbano: un registro de lo que tememos perder, olvidar o repetir.
Ahora nos podríamos preguntar, es posible erradicar este fenómeno urbano, la respuesta es no, ya que las personas que habitan nuestras ciudades relatan esas historias, memorias, anécdotas, que hacen un eco de relatos y situaciones que mientras nuestros medios de comunicación sean mas amplios y de mayor accesibilidad entre nosotros, será mayor, por lo que, por lo anterior entre mayor sea esa historia, mayor será su transcendencia entre nuestras generaciones.
Quizá la lección más interesante de estos espacios es que la ciudad tiene vida propia, respira y guarda secretos. Que el miedo, en el fondo, es una forma más de conexión con nuestro entorno. Y que cada sombra proyectada sobre una pared vieja puede ser el eco de una historia que todavía no ha terminado de contarse.
Autor:
Arq. Angel Preciado
Arquitecto, entusiasta del urbanismo y el ordenamiento territorial. Cofundador del despacho de urbanismo y arquitectura UrbanDot.mx

