Fraccionamiento cerrado o barrio vivo: repensando el modelo urbano mexicano
Por Hugo Moreno Freydig
En muchas ciudades mexicanas, incluido Hermosillo, el fraccionamiento cerrado se convirtió en el modelo predilecto para compra de vivienda. Casas encerradas por bardas, acceso restringido, vigilancia privada. Se nos ha vendido como la forma más segura de vivir. Hoy quiero desmitificar esa idea, mostrar por qué ese modelo no garantiza seguridad y proponer cómo podemos pensar ciudades más abiertas, humanas y resilientes.
¿Son realmente más seguros los fraccionamientos cerrados?
Esa es la gran incógnita. Se cree que las rejas y el control de acceso protegen a sus habitantes, pero la realidad en Hermosillo muestra otra historia. En años y meses recientes, se han documentado atentados violentos y homicidios dentro de fraccionamientos cerrados, lo cual demuestra que las bardas no aíslan el crimen.
Por ejemplo, en julio de 2024, Hermosillo vivió su mes más violento del año con 17 homicidios, la mayoría por armas de fuego. Varios de estos hechos ocurrieron en colonias del poniente y norponiente donde hay conjuntos habitacionales cerrados, con acceso restringido.
En otras áreas del norponiente y surponiente, vecinas y vecinos han denunciado constantemente robos, disturbios nocturnos y vandalismo, incluso por parte de menores de edad. Todo esto dentro de espacios habitacionales con bardas, casetas y vigilancia privada.
Según datos de 2023, el 17.5 % de las viviendas en Hermosillo fue víctima de al menos un delito, incluyendo robos a casa habitación y vehículos, sin importar si se trataba de colonias abiertas o cerradas. Además, la policía municipal reportó 860 detenciones por portación de armas (de fuego y blanca) en distintas zonas de la ciudad, varias de ellas con fraccionamientos cerrados. Esto demuestra que la seguridad no depende de muros ni casetas, sino de factores más profundos, como la cohesión social, la vida comunitaria y la actividad constante en el espacio público.
¿Qué tiene un barrio vivo que un fraccionamiento no tiene?
Un barrio vivo genera seguridad de otra forma. Aquí te cuento por qué:
Ojos en la calle: Tiendas, cafeterías, escuelas, bancos, banquetas amplias y permanencia de personas provocan presencia constante de gente. El movimiento disuade delitos.
Redes de vecindad: Conocerse entre vecinos facilita la denuncia, la ayuda mutua y la intervención temprana ante conflictos.
Movilidad diversa: La gente se mueve a pie, en bici o en transporte público, lo que reduce la dependencia del automóvil y evita el aislamiento.
Diseño urbano inclusivo: Bancas, iluminación, parques, plazas y accesibilidad universal animan al uso público constante, lo que multiplica la vigilancia natural.
¿Por qué seguimos eligiendo el modelo cerrado?
Parte del problema es estructural. Las autoridades suelen aprobar desarrollos en zonas periféricas sin exigir servicios cercanos ni integración urbana. Los desarrolladores prefieren terrenos baratos y lejanos porque es rentable y fácil de vender un estilo “seguro”. Y muchas familias lo compran porque, aunque no sea real, la seguridad se percibe como mayor detrás de una reja.
Es una promesa que se sostiene en marketing, no en resultados. Los datos muestran que incluso en esos espacios cerrados hay robos, vandalismo y agresiones. El verdadero reto es fortalecer los barrios abiertos, no seguir multiplicando muros.
¿Cómo avanzamos hacia barrios vivos y seguros?
Políticas públicas orientadas a densificar la ciudad, mezclar usos (vivienda, comercio, cultura), fortalecer el transporte público y los espacios públicos incluyentes.
Dejar de idealizar vivir de manera aislada y empezar a valorar vivir en comunidad, en diversidad, en una ciudad que, como decía Jane Jacobs, “es segura gracias a sus habitantes”.

Autor:
Hugo Moreno Freydig
Arquitecto, Maestro en Ciencias Ambientales y activista por la movilidad sostenible, accesibilidad universal y seguridad vial. Cofundador del despacho de urbanismo y arquitectura: UrbanDot.mx

